Grabado en los estudios Olympic de Londres en octubre de 1968. Financiado por Peter Grant y cuya producción corría a cargo de un joven Jimmy Page y el ingeniero de grabacion Glyn Johns, su primer disco fué lanzado en 1969. Fué muy bien recibido por el publico y la prensa que les seguiría la pista en toda su carrera discográfica que duró, en su mayoria, toda la década de 1970. Todos los medios de comunicación británicos, en una especie de idilio mediático, transmitían por toda Gran Bretaña conciertos exclusivos del grupo tocando en vivo, con entrevistas que en ocaciones eran aprovechadas por Robert Plant que solía sorprenderlos entre atinados chispazos histriónicos. Este primer disco dejaba vislumbrar mucho de lo que se avecinaba: un cambio radical de lo que hasta ese momento se conocía por Rock, en su vivencia y experimentación, como público receptivo, como un fenómeno de reciclaje y negocio. Prácticamente, el torpedero volador platinado y plomizo, con sus fenomenales seriales en concierto, constituitían la pauta, la nueva fórmula a seguir. Se escribía pues, una nueva página en la historia del Rock que, tras la “era dorada Beatle”, daba paso a una renovación en nuevos estilos y sonoridades (¿nuevos pensamientos?, ¡Sí!), y novedosa moda: empezaba el glorioso período de los “SUPER-GRUPOS”, que se caracterizarían por explotar potentes “riffs” de guitarras de energía desencadenada, contrapunteándose con bajos de potencia explosiva e incesante y los acompañamientos de demoledoras baterías que danzaban entre teclados demoniacos, infinitos y aplastantes. En este disco también se deja ver de manera clarísima al Jazz y al Blues como una influencia básica en el sonido Zeppelin, dándole ese balance y ese sabor tan necesarios que hacen lucir al contraste con los momentos intensos… apasionados…